noticia por The New York Times
El resultado del presidente se produjo después de que pasó meses minimizando la gravedad del brote que ha matado a más de 207.000 en Estados Unidos y horas después de insistir en que «el fin de la pandemia está a la vista».
El presidente Trump anunció en la madrugada del viernes que él y la primera dama habían dado positivo por coronavirus, lo que ha generado incertidumbre respecto al liderazgo de Estados Unidos y ha intensificado la crisis generada por una pandemia que ha matado ya a más de 207.000 estadounidenses y devastado la economía del país.
“Esta noche, @FLOTUS y yo dimos positivo por COVID-19”, escribió Trump en Twitter poco antes de la 1 a.m. “Empezamos nuestra cuarentena y proceso de recuperación de inmediato. ¡Superaremos esto JUNTOS!”.
El médico del presidente dijo que Trump se encuentra “bien” sin especificar si ha experimentado síntomas y añadió que por el momento será puesto en aislamiento en la Casa Blanca.
“El presidente y la primera dama se encuentran bien por ahora, y planean permanecer en la Casa Blanca durante su convalecencia”, dijo el doctor Sean P. Conley en un comunicado, sin detallar cuánto duraría este periodo. “Tengan por seguro que espero que el presidente continúe con sus deberes sin interrupción durante su recuperación, y que los mantendré informados de cualquier novedad”.
Otros miembros del equipo del presidente no especificaron si el mandatario había experimentado síntomas, pero algunas personas en la Casa Blanca notaron que su voz sonaba rasposa el jueves, aunque no queda claro que sea algo anormal, especialmente teniendo en cuenta el número de eventos de campaña en que ha participado en los últimos días.
Trump recibió los resultados de la prueba luego de que se contagió una de sus asesoras más cercanas, Hope Hicks, quien trajo así el virus a su círculo íntimo y subrayó la dificultad de contenerlo incluso cuando se cuenta con los recursos del presidente. Trump ha minimizado la gravedad del virus durante meses y dijo ayer jueves durante una cena que “el fin de la pandemia estaba a la vista”.El resultado positivo del presidente Trump podría presentar dificultades inmediatas para el futuro de su campaña electoral contra el exvicepresidente Joseph R. Biden Jr., su rival demócrata, a solo 33 días de la elección del 3 de noviembre. Incluso si el presidente Trump, de 74 años, resulta asintomático tendrá que mantenerse al margen de los eventos de su campaña y permanecer aislado en la Casa Blanca por un periodo indeterminado. Si llega a enfermarse, podría incluso plantearse la cuestión de si debe continuar en la carrera electoral.
Aun cuando no llegue a enfermar de gravedad, la prueba positiva podría resultar devastadora para su futuro político debido a los meses que lleva restando importancia a la pandemia mientras el virus sigue arrasando el país y matando unos 1000 estadounidenses al día. Trump ha dicho repetidas veces que el virus “va a desaparecer”, ha asegurado que se encuentra bajo control y ha insistido en que el país estaba “a punto de llegar” al final de la crisis. Ha criticado a los científicos, asegurando que estaban equivocados respecto a la gravedad de la situación.
Trump se ha negado durante meses a usar cubrebocas en público, se lo ha puesto solo en contadas ocasiones, ha cuestionado repetidas veces su efectividad y se ha burlado del exvicepresidente Biden por llevar uno. Rezagado en las encuestas, el presidente ha celebrado eventos de campaña abarrotados, desafiando así las recomendaciones de salud pública y, en ocasiones, a las autoridades estatales y locales.
Al aceptar la nominación en el último día de la convención nacional republicana, invitó a más de 1000 simpatizantes al Jardín Sur de la Casa Blanca. Luego de eso ha realizado múltiples mítines a lo largo del país, habitualmente con cientos y hasta miles de personas apretadas en espacios reducidos. Muchas de esas personas, sino la mayoría, no llevaban mascarillas.
El resultado positivo minará el esfuerzo del presidente por alejar la pandemia del centro de la discusión pública, un tema que, según las encuestas, la mayoría de estadounidenses piensa que ha manejado de forma equivocada. Trump ha buscado centrar la atención de los votantes en temas que considera le resultan más favorables, como la violencia en las ciudades, su candidata a magistrada de la Corte Suprema , los votos por correo y la relación del candidato demócrata Biden con los progresistas en su partido.
Fuera del terreno de la campaña, el simbolismo de un presidente contagiado puede inquietar a gobernadores y dueños de negocios que intentan decidir cuándo y cómo reabrir o mantener abiertos tiendas, escuelas, parques, playas, restaurantes, fábricas y otros establecimientos. En su intento por recuperar cierta apariencia de normalidad antes de las elecciones, el presidente Trump ha desestimado las preocupaciones de salud y ha exigido la reapertura de escuelas, el reinicio del fútbol universitario y que los negocios vuelvan a operar al cien por cien.Trump, que se encuentra en su octava década de vida, pertenece a una categoría etaria considerada la más vulnerable al virus. En Estados Unidos, ocho de cada diez muertes atribuidas al coronavirus se han suscitado entre las personas de 65 años o más.
Trump se ha resistido a permitir que se difundan detalles sobre su salud, algo que ha despertado dudas sobre su condición en general. En noviembre hizo un viaje no anunciado al Centro Médico Militar Nacional Walter Reed que causó especulación de que tenía una aflicción médica no revelada, pero la Casa Blanca insistió en que simplemente se había sometido a pruebas de rutina sin dar a conocer los resultados.
Pero, aunque se ha reportado que Trump tiene el colesterol alto y pesa 110 kilos, lo que se considera obeso dada su estatura, el médico presidencial anunció el año pasado que el mandatario se encontraba “con muy buena salud” luego de su último chequeo médico completo. Y, a diferencia de muchos que han sucumbido al virus, gozará del mejor cuidado médico disponible.
Anteriormente, varias personas cercanas a Trump se han contagiado con el virus. Entre las más recientes, Robert C. O’Brien, su asesor de seguridad nacional, quien presentó un cuadro leve antes de volver a trabajar en agosto. Otros de los infectados incluyen a Kimberly Guilfoyle, la novia de su hijo; un edecán de la Casa Blanca; Katie Miller, secretaria de prensa del vicepresidente Mike Pence; así como varios agentes del Servicio Secreto, colaboradores de avanzada de la campaña y un marine en la unidad de helicóptero del presidente. Herman Cain, un excandidato presidencial republicano y aliado político de Trump, murió de coronavirus en julio después de acudir al mitin de campaña del presidente en Tulsa, Oklahoma, donde Cain, como muchos en el coliseo, fue visto sin cubreboca al menos parte del tiempo.
En repetidas ocasiones, Trump ha expresado públicamente confianza en su salud al decir que no le preocupaba haber estado expuesto al virus, a pesar de varios encuentros cercanos. “Me encuentro en un escenario que está muy lejos así que no estoy preocupado para nada”, dijo el mes pasado al restar importancia a las preocupaciones por los mítines muy concurridos.
Sin embargo, tras bambalinas, el autodeclarado germófobo, se molestó en la primavera cuando su edecán, una de las personas que le sirven comida, no llevaba cubrebocas antes de que su prueba diera positiva, de acuerdo con personas que han estado en contacto con él. En privado, Trump expresaba su irritación hacia las personas que se le acercaban demasiado.
De acuerdo con lo que ha dicho el presidente, alrededor de ese momento empezó a tomar el fármaco antimalaria hidroxicloroquina de manera preventiva y más tarde declaró que no le había causado efectos negativos. En los días posteriores a que Katie Miller dio positivo, el vicepresidente Pence optó por distanciarse físicamente de Trump para evitar una posible exposición, mientras que tres altos funcionarios de salud, entre ellos el doctor Anthony S. Fauci, quien participa de la fuerza de trabajo de la Casa Blanca para el coronavirus, se pusieron en algún tipo de cuarentena.
La Casa Blanca instruyó a varios empleados a trabajar desde casa y ordenó a quienes acudieron a las oficinas que usaran mascarillas excepto cuando se encontraban sentados en sus escritorios a una distancia apropiada de sus colegas. Justo cuando Trump y Pence eran sometidos a pruebas diariamente, también quienes estaban muy cerca de ellos pasaban todos los días por despistaje, mientras que otros empleados de la Casa Blanca pasaban por la prueba cada ciertos días. Pero dichos protocolos pronto se relajaron y a la mayoría de funcionarios de la Casa Blanca rara vez se les veía con cubrebocas, al menos en presencia del mandatario.
Aunque el coronavirus es mucho más mortífero que la gripe, la gran mayoría de las personas infectadas se recuperan, especialmente si no presentan una condición subyacente, pero la amenaza aumenta con la edad. Si Trump desarrolla síntomas, podría tardar semanas en recuperarse.
Según lo previsto por la vigésimo quinta enmienda de la Constitución de Estados Unidos, un presidente con incapacidad médica tiene la opción de transferir temporalmente el mando al vicepresidente y puede recuperar su autoridad en el momento en que él mismo se considere apto para retomar sus deberes.
Desde 1967, cuando se ratificó dicha enmienda, los presidentes solo lo han hecho en tres ocasiones. En 1985, el presidente Ronald Reagan fue sometido a una colonoscopía y transfirió brevemente el poder al vicepresidente George Bush, aunque al hacerlo no citó expresamente la enmienda. El presidente George W. Bush sí la invocó en dos ocasiones cuando, en 2002 y 2007 se le realizaron colonoscopías y le confirió el poder al vicepresidente Dick Cheney.
Bajo la Ley de Sucesión Presidencial, si tanto Trump como Pence no pudieran cumplir con su deber, sería la presidenta del Congreso Nancy Pelosi (California) quien asumiría el cargo. En la primavera, la Casa Blanca dijo que no existía un plan para dicha eventualidad. “No es algo que siquiera estemos considerando”, dijo Kayleigh McEnany vocera de la Casa Blanca. “Estamos manteniendo al presidente saludable. Estamos manteniendo al vicepresidente saludable y, saben, están saludables en este momento y seguirán así”.
La historia de los presidentes que caen gravemente enfermos en el cargo es larga e incluye a algunos mandatarios que enfermaron en tiempo de epidemias. En su segundo año, se temió que George Washington estuviera cerca de la muerte durante una epidemia de influenza, mientras que Woodrow Wilson cayó enfermo durante las conversaciones de paz en París después de la Primera Guerra Mundial a causa de lo que algunos especialistas e historiadores creen que fue la influenza que devastó al mundo de 1918 a 1920.
Cuatro presidentes han fallecido en el cargo de causas naturales: William Henry Harrison, Zachary Taylor, Warren G. Harding y Franklin D. Roosevelt, mientras que Wilson sufrió una embolia debilitante y a Dwight D. Eisenhower le dio un ataque al corazón durante su primer mandato y una embolia en el segundo. Otros cuatro fueron asesinados en la presidencia: Abraham Lincoln, James A. Garfield, William McKinley y John F. Kennedy.
Pero en tiempos recientes, tales crisis de salud en la Casa Blanca han sido más inusuales. Desde que Reagan recibió un disparo en 1981 no se sabe de ningún presidente en funciones que haya enfrentado una condición que suponga un riesgo para su vida.